Tundra Ediciones, 2016. 220 páginas
Precio: 16,50 €
“La presa de hoy”, estupenda novela de Dave Langlois que ha publicado Tundra Ediciones, cumple con todas mis expectativas para ambas. Y para lo que un aficionado como yo exige a una ficción con vocación de hacerte vibrar con la tensión creciente de su trama. O lo que es lo mismo, con la forma en que las decisiones de sus protagonistas te obligan a compartir sus dilemas al no dejarte más salida que ponerte en su piel, de tan bien trazados que están.
Enhorabuena Dave por este texto, que además nos resulta muy próximo a quienes padecemos casi en carne propia, como tu protagonista, el acoso a la naturaleza salvaje y a las personas de bien que intentan defenderla frente a tantos malvados (tal cual) y aprovechados, apoyados en no pocos ignorantes, cínicos y débiles. ¿Por qué responde como lo hace? ¿Debería actuar antes? ¿Podría haberlo hecho sin dejarse por el camino algo de sí que luego echar de menos el resto de su vida? Y sin embargo, ¿ha sido así, a pesar de todo, echará de menos algo de sí mismo mientras siga vivo? Pero, ¿puede ser juzgado por su decisión? ¿Por quién? “Hay cosas que un hombre tiene que probarse a sí mismo, no a los demás” (“Horizontes de grandeza”, de Wyler).
En un western clásico el resorte de la acción sería por ejemplo el empeño de un terrateniente en hacerse con la propiedad de un pequeño granjero (“Raíces profundas”, de William Wyler). En el caso de “La presa de hoy” lo que en origen está en juego no es un patrimonio particular, sino de todos: esa biodiversidad mediterránea que Langlois describe con tanto cariño, conocimiento y musicalidad. Musicalidad por lo bien compuesto (feliz sorpresa) que está cada párrafo, y por la cantidad de referencias a las voces de lo natural que te encuentras. También, por cierto, por esas composiciones de Bach o Messiaen que atraviesan el texto, capaces de reconciliarte con cuanto de bueno tiene el mundo, incluso ante lo peor (tal cual; también) de él. En “La presa de hoy” ocupan el lugar de Max Steiner. ¡Una banda sonora de altura!
El mal existe. Los mejores westerns son tragedias. La sangre a veces no es roja: "Cuando matas a alguien no sólo le quitas todo lo que tiene, sino también lo que podría llegar a tener”, dice William Munny (Clint, ya sabéis) en “Sin Perdón”. Y viceversa, añade Langlois. Las tragedias no se juzgan. Sólo se padecen. Cuando las padeces como lector, es que el libro ha merecido la pena. Cuando terminan, tú sigues vivo, en tu casa, con los tuyos. Pero no te olvidas de aquello que escribió Jonathan Swift: “La vida es una tragedia a la que asistimos como espectadores durante un rato, y luego desempeñamos nuestro papel en ella”. ¿Es eso cierto? Leed “La presa de hoy”, y luego me decís.