Editorial: SEXTO PISO
Traductor: José María Álvarez
Número de páginas: 191
Encuadernación: tapa blanda.
Traductor: José María Álvarez
Número de páginas: 191
Encuadernación: tapa blanda.
Romeo y Julieta discutieron de ornitología un amanecer. Lo que escuchaban, ¿era una alondra o un ruiseñor? Merece la pena acudir a la página 43 de este libro para extraer tu propia conclusión, y dar así la razón a una u otro.
Debemos a José María Álvarez, antólogo y traductor de esta colección de poemas, estupendas traducciones anteriores de Stevenson, Eliot, Cavafis, Villon, London, Shakespeare, Maiakovski... Autores en cuyas páginas suenan, con mayor o menor frecuencia, voces honestas de aves. Digo que honestas porque quienes las convirtieron en versos sí las habían escuchado antes en sus paseos. Es decir, que al recrearlas no las tocaban de oídas, pues de sobra sabían que esas melodías, de tan salvajes, no admiten otra representación que la que pasa antes por la experiencia.
Algunos ejemplos de lo que sucede cuando no es así los tenemos en este volumen. Y es que unos pocos de los ruiseñores que en él cantan tienen mucho más que ver con la Filomela de las Metamorfosis de Ovidio que con el pájaro que hace vibrar las noches de mayo y junio. Y no es que eso esté mal. En absoluto. Sólo que esos pájaros no son Luscinia megarhynchos, sino otra cosa.
Así es como el pajarero letraherido acaba por atravesar esta selección jugando a descifrar si sus diferentes autores (comenzando por Chaucer y terminando por Dylan Thomas e inevitablemente Ezra Pound) se detuvieron a escuchar a los ruiseñores antes de escribir sobre ellos, o acaso ni valoraron la pertinencia de semejante ejercicio. Lo cual termina por ser bastante divertido. Y en más de una ocasión, fascinante.
Por ejemplo, cuando Coleridge te recuerda que
Stirring the air with such a harmony,
That should you close your eyes, you might almost
Forget it was not day!
Porque eso es exactamente lo que sucede cuando de noche te sientas a escucharlos con los ojos cerrados, para intentar que nada sino su canto te alcance (quien no lo haya hecho no sabe lo que se pierde). Pero es que entonces llega Keats, y su Oda a un ruiseñor, y tras una primera lectura te urge ir a por una copa de vino, como el poeta en la segunda y tercera estrofas, para brindar por esta noche suave...
...tender is the night,
And haply the Queen-Moon is on her throne,
Cluster’d around by all her starry Fays;
...mientras relees una y otra vez el poema. Y acabas, como el propio Keats, convencido de que (aquí ya sí que apunto la traducción de Álvarez; página 127):
La voz del ruiseñor
Nunca es en vano. Afirma
Lo divino, inefable, verdadero.
¿Qué otra opción cabe entonces más que llenar de nuevo tu copa? Y ¡chin-chin!, brindar con un rayo de luna.
Vidrio en mano, continúas tu excursión por entre el arbolado nocturno, hasta que llegas a un tronco en el que Christina Rossetti ha prendido un mensaje por ejemplo para ti. Lo coges, lo lees (página 159) y vuelves a dejarlo en su sitio, porque
Tiene los mismos acentos que cuando era joven esta vieja tierra:
Como si el eco devolviese aquella canción que escuchara
El alba del mundo.
Y eso impone. Más aún cuando sólo unos pasos después escuchas a Walter de la Mare (página 169) añadir que
Nuestros sueños son relatos
Contados en el remoto edén
Por los ruiseñores de Eva.
Pero poco falta ya para que se acabe el libro. Y Ezra Pound te recuerda que tu copa está de nuevo vacía (página 179):
Un ruiseñor
Tan lejano que ya no se oía.
El viejo Ezra, malditas sean sus sombras. Le propones toma la penul juntos. ¡Chin-chin! Allá os vais, hablando ahora de otras cosas: primero de haikus, después de cómo en las alambradas ante su jaula humana en el American Disciplinary Training Center de Pisa se posaban a cantar otros pájaros, y al escucharlos él evocaba Le chant des oiseaux , de Clément Janequin, y así compuso su Canto LXXV, acompañado por la partitura escrita por su amigo Gerhart Münch:
Debemos a José María Álvarez, antólogo y traductor de esta colección de poemas, estupendas traducciones anteriores de Stevenson, Eliot, Cavafis, Villon, London, Shakespeare, Maiakovski... Autores en cuyas páginas suenan, con mayor o menor frecuencia, voces honestas de aves. Digo que honestas porque quienes las convirtieron en versos sí las habían escuchado antes en sus paseos. Es decir, que al recrearlas no las tocaban de oídas, pues de sobra sabían que esas melodías, de tan salvajes, no admiten otra representación que la que pasa antes por la experiencia.
Algunos ejemplos de lo que sucede cuando no es así los tenemos en este volumen. Y es que unos pocos de los ruiseñores que en él cantan tienen mucho más que ver con la Filomela de las Metamorfosis de Ovidio que con el pájaro que hace vibrar las noches de mayo y junio. Y no es que eso esté mal. En absoluto. Sólo que esos pájaros no son Luscinia megarhynchos, sino otra cosa.
Así es como el pajarero letraherido acaba por atravesar esta selección jugando a descifrar si sus diferentes autores (comenzando por Chaucer y terminando por Dylan Thomas e inevitablemente Ezra Pound) se detuvieron a escuchar a los ruiseñores antes de escribir sobre ellos, o acaso ni valoraron la pertinencia de semejante ejercicio. Lo cual termina por ser bastante divertido. Y en más de una ocasión, fascinante.
Por ejemplo, cuando Coleridge te recuerda que
Stirring the air with such a harmony,
That should you close your eyes, you might almost
Forget it was not day!
Porque eso es exactamente lo que sucede cuando de noche te sientas a escucharlos con los ojos cerrados, para intentar que nada sino su canto te alcance (quien no lo haya hecho no sabe lo que se pierde). Pero es que entonces llega Keats, y su Oda a un ruiseñor, y tras una primera lectura te urge ir a por una copa de vino, como el poeta en la segunda y tercera estrofas, para brindar por esta noche suave...
...tender is the night,
And haply the Queen-Moon is on her throne,
Cluster’d around by all her starry Fays;
...mientras relees una y otra vez el poema. Y acabas, como el propio Keats, convencido de que (aquí ya sí que apunto la traducción de Álvarez; página 127):
La voz del ruiseñor
Nunca es en vano. Afirma
Lo divino, inefable, verdadero.
¿Qué otra opción cabe entonces más que llenar de nuevo tu copa? Y ¡chin-chin!, brindar con un rayo de luna.
Vidrio en mano, continúas tu excursión por entre el arbolado nocturno, hasta que llegas a un tronco en el que Christina Rossetti ha prendido un mensaje por ejemplo para ti. Lo coges, lo lees (página 159) y vuelves a dejarlo en su sitio, porque
Tiene los mismos acentos que cuando era joven esta vieja tierra:
Como si el eco devolviese aquella canción que escuchara
El alba del mundo.
Y eso impone. Más aún cuando sólo unos pasos después escuchas a Walter de la Mare (página 169) añadir que
Nuestros sueños son relatos
Contados en el remoto edén
Por los ruiseñores de Eva.
Pero poco falta ya para que se acabe el libro. Y Ezra Pound te recuerda que tu copa está de nuevo vacía (página 179):
Un ruiseñor
Tan lejano que ya no se oía.
El viejo Ezra, malditas sean sus sombras. Le propones toma la penul juntos. ¡Chin-chin! Allá os vais, hablando ahora de otras cosas: primero de haikus, después de cómo en las alambradas ante su jaula humana en el American Disciplinary Training Center de Pisa se posaban a cantar otros pájaros, y al escucharlos él evocaba Le chant des oiseaux , de Clément Janequin, y así compuso su Canto LXXV, acompañado por la partitura escrita por su amigo Gerhart Münch:
Y todo eso porque cuatrocientos años antes había compuesto Jaquenin esta coral:
Su traducción, AQUÍ.
Yo me quedo con esta parte de la estrofa dedicada al ruiseñor (¿a que Janequin sí que sabía escuchar?):
frian, frian, frian, frian tar tar tar tar tar tar tu, velecy velecy ticun, ticun, ticun, ticun tutu tutu tutu tutu coqui, coqui, coqui, coqui quilara, quilara, quirala, fereli, fy oy li oy ti oy li oi ti trr huit, huit. huit. huit teo teo teo teo teo teo teo teo Fouquet, Fouquet fiti, fiti, frr, frr
frian, frian, frian, frian tar tar tar tar tar tar tu, velecy velecy ticun, ticun, ticun, ticun tutu tutu tutu tutu coqui, coqui, coqui, coqui quilara, quilara, quirala, fereli, fy oy li oy ti oy li oi ti trr huit, huit. huit. huit teo teo teo teo teo teo teo teo Fouquet, Fouquet fiti, fiti, frr, frr